domingo, 8 de junio de 2014

La otra cara de La Liga Mundial de Volley

Durante las jornadas del viernes 6 y domingo 8 de junio de 2014, el microestadio del Parque Municipal Eva Perón de Lomas de Zamora fue (y es, porque aún se juega el segundo partido) escenario de un evento deportivo de alta competencia, y por primera vez en la zona. Con esperanzas de obtener una segunda victoria del seleccionado argentino frente al japonés, los vecinos sufren los maltratos de un grupo de brabucones que se adjudican el derecho de ordenar el tránsito, cobrar una tarifa y amenazar vecinos, dueños de las propiedades que se vieron avasalladas por autos, fanáticos y un grupo de “trapitos” que solicita la módica suma de “veinte pesitos” para estacionar aún ocupando salidas de coches.


El viernes fue una barbarie” – comentó una vecina que frente a una urgencia familiar se vio impedida para sacar el auto de su casa porque otros autos obstaculizaban la puerta del garaje. “Amenazaron a mi esposo. Nos insultaron. Llamamos a la comisaría y no tenían móviles –Comisaría 9na de Lomas de Zamora ubicada a menos de 200 metros-. Llamamos al 911. Vino un patrullero pero no pasó nada. Después llamamos al policía que estaba en la puerta pero no pasó nada. Estamos descubiertos”.

 
Eran cerca de las 22:00 y el caos comenzó de nuevo. Gritos. Autos. Euforia. Y vecinos que no podían cenar tranquilos, ni ir a descansar luego de una semana de trabajo.

Domingo segundo round
La noche del sábado medio país quedó pegado al televisor por la pelea que mantuvo Sergio "Maravilla" Martinez frente al puertorriqueño Miguel Cotto. Pero el segundo round no fue el sábado en el volley, sino el domigo. El caos comenzó a las 6:40 de la tarde. Los gritos otra vez: “Eh, boludo! Acá mándalo acá. Yo tengo lugar”. Cinco hombres munidos de “trapos” haciendo señas circulares, gorrita, pecheras naranjas y verdes fluorescentes. 


Una vecina se asoma por la ventana y ve como un auto estaciona en la entrada del garaje. Sale. Le pide a la persona que saque el auto de ahí que es una entrada-salida de autos. Un trapito cruza diagonalmente desde la esquina a las corridas y los gritos: “Eh, vo’ qué onda?... estamos nosotros acá”. La mujer lo mira y le dice: “¿tenes habilitación municipal para hacer lo que haces en la puerta de mi casa?... ¿tenés si o no? Porque si no tenés ya mismo llamo a la policía, la gendarmería, el ejército lo que sea, pero el auto acá no me lo dejás…”. El del auto se retiró sin más. El trapito volvió a la esquina insultando a la mujer que con un vozarrón imponente le seguía pidiendo la habilitación municipal.

Faltaban 30 minutos para el inicio del segundo encuentro entre Argentina y Japón en Lomas. Otro vecino sale a comprar cigarrillos. Al regresar un auto se cruza tratando de impedir que suba a la vereda para ingresar al garaje de su propiedad. El dueño de casa le dice: “vivo acá”. El del auto cruzado lo insulta y se va. El trapito mira a lo lejos. Aún no termina de estacionar en la subida de su propia casa que el vecino recibe otro auto que con la trompa obstaculiza la salida del vehículo. “Movelo, que no voy a poder salir”. El tercer auto se va. Pasan dos minutos. Ya el dueño de casa estaba en su hogar. Mira por la ventana y un cuarto auto quedó estacionado de manera que al salir el dueño de casa le arrancaría la trompa. Mientras tanto los trapitos siguen a los gritos: “te cuido el auto, fierita. Son veinte pesitos”.

Así viven los vecinos el evento deportivo. La policía de la provincia no tiene móviles. La policía municipal o local, no hace nada. Los responsables de la seguridad miran hacia otro lado. La zona es tierra de nadie, o de ocasionales visitantes que estacionan sus vehículos sin importarles obstaculizar la entrada de un garaje y que puedan generar una desgracia. El municipio de Lomas de Zamora debería velar por la seguridad de sus contribuyentes frente a eventos de este estilo. Pero no. Las calles son un desastre. La inseguridad es creciente y el descuido por el vecino incipiente. 

Nota: Las fotografías fueron tomadas por los vecinos cuando los trapitos se alejaron del lugar por una cuestión de seguridad, por temor a represalias.

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